martes, 13 de diciembre de 2011

MAÑANA, CADÁVERES, gozaréis - Jesús Ibáñez



Para aglutinar a los seres humanos, la ideología les dirige siempre el mismo mensaje: «Mañana, cadáveres, gozaréis». Esto es: les propone el intercambio de un hecho por un dicho. Así se nos invita a renunciar al goce, para que el Otro (Dios, los políticos, los capitalistas) goce en lugar de uno.

Cuando Dios era el punto fijo trascendente, el mensaje era religioso: intercambio de un sufrimiento real en vida por un goce imaginario después de muertos. Cuanto más suframos en este mundo, más gozaremos en el otro. El discurso religioso ha teñido con sangre de mártires los campos de la historia. Cuando a Dios, señor de la muerte, le sucedió el Estado, señor de la vida, quedó censurada la dimensión sagrada vivos/muertos. El mensaje profano que siguió al mensaje sagrado era «mañana gozaréis». Un intercambio del sufrimiento real en el presente por un goce imaginario en el futuro. Un mensaje político: la política -ha dicho Serge Leclaire- es el goce en estado de promesa. «Después de la dictadura del proletariado vendrá el comunismo», dicen allá. «Después de la modernización, vendrá el cambio», dicen acá. El discurso político ha teñido con sangre de héroes los campos de la historia.

El discurso político produce por degeneración dos discursos complementarios. Si censuramos la dimensión goce/sufrimiento, sólo queda «mañana»: es el mensaje tecnocrático (que aquí y ahora adopta la figura de la modernización). Un futuro vacío prometido a cambio de un presente perdido. Cualquier futuro es mejor que cualquier presente: no importa a dónde vamos, lo que importa es lo deprisa que vamos. En eso queda el discurso político cuando le quitamos su dimensión utópica. Si censuramos la dimensión presente/futuro, sólo queda «gozaréis»: es el mensaje publicitario (un goce reducido a decir que se goza). Eros reducido a Logos. El mensaje publicitario ofrece un intercambio sin más del sufrimiento real por un goce imaginario. Dos discursos complementarios: el discurso tecnocrático es el palo, el discurso publicitario la zanahoria. Convergencia de un palo real y una zanahoria imaginaria.

Los mensajes religioso y político nos enfilaban hacia objetivos ideales: la Salvación, la Revolución (o el Progreso). El mensaje publicitario nos enfila hacia objetos reales. La ideología se reabsorbe. El premio por consumir es consumir.

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