sábado, 15 de diciembre de 2012

Aullidos a favor del situacionismo - Maurizio Lazzarato (1995)

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Pensador italiano radicado en París, Maurizio Lazzarato es conocido sobre todo por sus investigaciones sobre el capitalismo cognitivo, el trabajo inmaterial y la aparición de los llamados movimientos ‘post-socialistas’. Fue colaborador de la revista Futur antérieur y es uno de los fundadores de Multitudes, a cuyo consejo de redacción pertenece. [Traducción de Diego Luis Sanromán].




1.
El situacionismo ha triunfado en el marco de un mundo que ha sido esencialmente transformado. Dicho triunfo se vuelve contra el situacionismo, que no esperaba más que el derrocamiento del orden social dominante. Pero, al mismo tiempo, el retraso producido en la acción de las masas que trabajan en tal derrocamiento, conservando y agravando, junto a las demás contradicciones del capitalismo evolucionado, las mismas impotencias de la creación cultural, mantiene la actualidad del situacionismo y favorece múltiples repeticiones degradadas.

El mundo posmoderno se ha puesto a la par del adelanto formal con el que contaba el situacionismo.


2.
El situacionismo es el “redescubrimiento y la perfección” de la crítica de la economía política marxiana aplicada a las condiciones modernas de explotación capitalista.


3.
La brillante aplicación del concepto marxiano de fetichismo de la mercancía a las temáticas de la producción cultural, del juego, del urbanismo, de la vida cotidiana o incluso de la comunicación y de los mass-media, renueva la teoría de Marx y, al mismo tiempo, vuelve definitivamente irrisorios los dogmas esclerotizados del “marxismo” (tanto de sus pensadores como de sus partidos).

A todos los jóvenes inclinados por naturaleza a la superación y al juego, al rechazo del trabajo y del poder, no les deseamos más que una cosa: que irradien por siempre jamás inteligencia y gracia o, lo que viene a ser lo mismo, que lean los números de junio y diciembre de 1958 de la Internacional Situacionista. Todavía hoy podrán reírse de la interpretación economicista y “científica” de la lucha de clases y sus ojos brillarán al contacto de la ironía, de los hermosos sarcasmos, de la resplandeciente rebelión maridada con el rigor y la inteligencia de un pensamiento vivo y libre.

4.
El situacionismo es asimismo el heredero de la carencia del proyecto del joven Marx, que consistió en una comprensión de la praxis dominada por la categoría hegeliana de lo negativo, o dicho de otro modo, del proletariado dentro de las categorías marxianas de la dialéctica. La recuperación, la falsificación actual del situacionismo son producto de dicha carencia, pues allá donde se perdió el proletariado, el concepto de Espectáculo fue inmediatamente tomado e invertido por los ideólogos del poder.

La carencia del situacionismo se refleja de forma bien evidente en los límites de las luchas revolucionarias del proletariado de su época.


5.
La crítica radical de lo “existente” condujo a los situacionistas a la conclusión de la práctica y de la teoría del movimiento revolucionario inaugurado por Marx y a la necesidad de su superación.

Dicha superación, cuyas condiciones estaban todas contenidas en el 68, no ha sido realizada, ni práctica ni teóricamente, en ninguna parte.

6.
Puesto que el sistema de la dominación no ha sido subvertido en ningún lugar y amenaza con durar más tiempo de lo previsto, la categoría de espectáculo interpela todavía al devenir de cualquier pensamiento radical. Por otro lado, es el rasero que nos servirá para distinguir en todo momento un pensamiento semejante de un fárrago neomarxista o del delirio de un alucinado posmoderno. Siquiera fuese por haber contribuido a semejante labor de salud mental, merecería ya nuestro pleno reconocimiento.
 
 
7.
En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso.

Esta tergiversación [détournement] del texto hegeliano contiene la herencia de los situacionistas para las generaciones que vendrán.

Precisamente al franquear este punto límite, la teoría marxiana entra en crisis.

Si el Espectáculo es, sin duda, el mapa del nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio; si el Espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado, entonces cualquier búsqueda de una definición de lo “Negativo” con capacidad de abolir tal separación resulta ahora vana.

En el momento en el que el capitalismo subordina todo lo existente a su propia dominación ya nada distingue la imagen de la cosa, la copia del original, la representación de la realidad, lo verdadero de lo falso. Lo negativo no tiene ya ninguna “exterioridad” en la que fundamentarse.

El método dialéctico (el carácter inseparable de la teoría de Marx y del método hegeliano, a pesar de su transposición a una comprensión de la lucha, pero en modo alguno de la ley), no sólo ya no resulta suficiente, sino que, en las condiciones del capitalismo contemporáneo, se encierra en la descripción de los dispositivos de funcionamiento del poder sin amenazarlos.

Honra a los situacionistas haber llevado la dialéctica hasta su punto de desintegración, en el atolladero en que se encontraba, y más allá de Marx.


8.
Antes de mayo del 68, la teoría revolucionaria converge en su mayor parte en el punto de no retorno de la crítica de la dialéctica.

“La diferencia entre esencia y fenómeno, sin la cual, según Marx, cualquier ciencia sería inútil, es, entendida históricamente, la diferencia que se refiere a una transformación posible”.

La diferencia revolucionaria entre esencia (valor) y fenómeno (valor de uso) permite aprehender la posibilidad de comprender la “naturalidad” del capitalismo como “apariencia”. Pero si la sociedad entera se reduce a una sola dimensión (valor), todas las diferencias de una lógica de la esencia se difuminan. ¿Rubricaría esta constatación la muerte de la teoría revolucionaria?

La caducidad de categorías tales como alienación y reificación encuentra su origen en una modificación esencial de la forma de la mercancía. Sus elementos constitutivos –el valor de uso y el valor de cambio, que se manifiesta usurpando la forma natural del primero- han entrado en una constelación cualitativamente diferente (según H. J. Khral y el movimiento revolucionario alemán): el Espectáculo (según el situacionismo).

Cuando toda la vida se subordina a la acumulación capitalista, la ley del valor pierde su pertinencia heurística, pues ya no puede definir ni determinar una “medida del tiempo” (según la Autonomía italiana).

Las teorías revolucionarias de los años 60 hicieron brillar el lúgubre reflejo del espejo del Espectáculo abismando [en mettant en abyme] su tautología. Aquí se encuentran, más allá de sus singularidades y de su valor, su grandeza común y sus límites.


9.
¿Cómo penetrar la gran metáfora del capital transformado en capitalismo mundial integrado?

¿Nos abren nuevas alternativas las teorías que ya no fundamentan en el método dialéctico la ruptura con el capitalismo? Quisiéramos creerlo. Y, por otro lado, ¿constituye la relación (o no-relación) entre “proceso de subjetivación” y “dispositivos de poder”, entre “aparatos de Estado” y “máquina de guerra” una auténtica superación de aquel atolladero teórico en el que se desintegró el situacionismo?

10.
El residuo posmoderno del no-pensamiento –que, en realidad, es la sumisión en tal nivel conceptual que se ha convertido en nada- ha hecho suyo el concepto de “Sociedad del Espectáculo” invirtiéndolo y separándolo de su relación dialéctica con el concepto y la práctica de las “situaciones”. El pensamiento posmoderno dispara contra todo lo vivo y mata todo lo que piensa. El pensamiento posmoderno en general, como inversión completa de la crítica, es el movimiento de lo no-vivo en la esfera de las ideas.


11.
Situación construida: “Momento de la vida concreta y deliberadamente construido mediante la organización colectiva de un ambiente unitario y un juego de acontecimientos”.


12.
La construcción de situaciones, rico programa abandonado por los propios situacionistas, nos introduce en el corazón de una crítica radical de lo existente y que concierne, por sus desafíos, a toda nuestra actualidad.

“La crisis actual de la vida cotidiana se inscribe en las nuevas formas de la crisis del capitalismo, formas que pasan desapercibidas para aquellos que se obstinan en pronosticar los clásicos plazos de las próximas crisis cíclicas de la economía.

No es un movimiento cultural de vanguardia, incluso con simpatías revolucionarias, el que puede llevar a cabo algo así. Tampoco un partido político revolucionario conforme al modelo tradicional, incluso si concede una gran importancia a la crítica de la cultura. Esa cultura y esa política están desgastadas; la mayoría de la gente se desinteresa por ellas con motivo. La transformación revolucionaria de la vida cotidiana, que no está reservada a un vago porvenir, sino emplazada inmediatamente delante de nosotros por el desarrollo del capitalismo y sus insoportables exigencias, y cuya única alternativa es el refuerzo de la esclavitud moderna, dicha transformación –decimos- marcará el fin de toda expresión artística unilateral y almacenada en forma de mercancía y, al mismo tiempo, el fin de toda política especializada. Ésta va a ser la tarea de una organización revolucionaria de un nuevo tipo desde su misma constitución”.

¿Han encontrado tales palabras algún interlocutor desde que resonaron sobre la superficie de la tierra un verano de 1961?
 

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