martes, 22 de enero de 2013

X CHARLA POPULAR: La crítica situacionista como teoría de la acción histórica - Miguel Amorós

La crítica situacionista como teoría de la acción histórica - Charla/Debate con Miguél Amorós
La Universidad Popular de Carabanchel (UPCA) y la comisión de políticas de la APC, dentro del ciclo de Charlas Populares, nos propone compartir la tarde del miércoles 23, a partir de las 19h, con Miguel Amorós, en una charla-debate.

Miguel Amorós, historiador, teórico y militante anarquista, es autor de varios artículos y libros fundamentales en la crítica política, histórica y social, entre los que se encuentran La Revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti (2003), Durruti en el laberinto (2006), José Pellicer, el anarquista íntegro (2009), sus textos sobre el situacionismo o su última colección de ensayos Salida de emergencia (2012).


viernes, 18 de enero de 2013

Luchas urbanas y lucha de clases - Miguel Amorós (2011)

 

Para cambiar la vida hay que cambiar el espacio
Henri Lefebvre


No existe espacio natural. Todo espacio es espacio social; implica, contiene y disimula relaciones sociales. Las relaciones sociales tienen una existencia espacial; se proyectan en el espacio y se inscriben en él produciéndolo. Como son capitalistas, el espacio social tiende a ser espacio del capital, su campo de acción y el soporte de su acción. El capital lo fagocita, rompiéndolo y reuniendo los pedazos, vaciándolo de sujeto y poblándolo con un sujeto abstracto, sumiso y domesticado. La sociedad urbana sustituye y sucede a la sociedad de clases a cuando el capital completa la unificación y colonización del espacio. Ha producido y modelado un espacio propio, abstracto, instrumental y manipulable, y, al mismo tiempo, ha producido y modelado a sus habitantes, controlando su tiempo. La diferencia entre éstos y los antiguos proletarios es abismal. Aquellos poseían su espacio aparte –las barriadas obreras– donde la vida cotidiana, fuera del mercado, se regía por otro tipo de valores y reglas. El nuevo asalariado ha sido emancipado de su clase; no se orienta en el espacio urbano por más referencias que las de la mercancía-espectáculo. Su vida cotidiana reproduce fielmente sus indicaciones. Como siempre, el lugar que ocupa depende únicamente de su salario, pero a diferencia de antes, ya no habita en un espacio colectivo, autónomo y con historia, sino en un espacio abstracto, vacío de sentido, que los signos y mensajes del poder han rellenado. 

La conurbación, elemento constitutivo de la sociedad urbana, es ese espacio, resultado del crecimiento descontrolado de las fuerzas productivas. En su interior todos los problemas políticos y sociales se agravan y se anulan al mismo tiempo, pues gracias al bloqueo de la experiencia, la pérdida de memoria y la incomunicación su percepción es cada vez más problemática. La conurbación es un espacio enajenado de enclaustración y de adiestramiento, no hecho para recordar y soñar, sino para olvidar y adormecer. Como el capitalismo, aquella se edifica sobre crisis: demográficas, energéticas, financieras, políticas, culturales, laborales, sanitarias, ambientales, etc.; la crisis es su atmósfera y la amenaza de colapso su estímulo. Por eso es un espacio policial total, monitorizado, donde se gestionan los movimientos de sus habitantes. En las conurbaciones puede automatizarse al máximo la vigilancia preventiva, incluso puede establecerse, lo mismo que con las mercancías, una trazabilidad de la población que permita su seguimiento permanente. Es una necesidad a partir de un determinado nivel crítico de complicaciones y problemas insolubles. El control de un mundo cada vez más complejo y centralizado no puede obtenerse más que con la conversión de los individuos en autómatas, dentro de un espacio que el diseño urbanístico y las técnicas de seguridad vuelven neutro, transparente, homogéneo y esterilizado. Un espacio así oscila entre el estadio deportivo, el centro comercial y la cárcel.

La domesticación casi mecánica de los individuos en el espacio urbano viene confirmada por la decadencia de las luchas obreras y vecinales. La condición de asalariado ya no basta para constituir una identidad o definir un “mundo”. Ya no existe una ciudad obrera real dentro de una metrópolis burguesa oficial, coexistiendo y contrastando con ella. Las conurbaciones no tienen misterio ni “nada que declarar”. En el pasado las asociaciones de vecinos aspiraban a encajar los barrios periféricos en la urbe reivindicando servicios y equipamientos elementales. No ponían en duda el modelo urbano, querían formar parte de él, pero en pie de igualdad con los distritos céntricos. Sin embargo, ahora la lucha urbana no puede pararse ahí, acondicionando el escenario de la esclavitud; ha de cuestionar a fondo la propia conurbación, ha de descapitalizarla. Un principio antidesarrollista básico dice que una sociedad llena de capital es una sociedad urbana, por lo que una sociedad vacía de capital ha de ser una sociedad agraria. Por lo tanto, bajo esa perspectiva, un espacio urbano liberado será fundamentalmente un espacio desurbanizado. Ello no significa la desaparición de la ciudad, ya consumada en la conurbación, sino la superación positiva de la oposición ciudad-campo y el rechazo radical a la degradación de ambas realidades en un magma indiscernible. La recuperación de la ciudad, eje del proyecto en el que se han de inscribir las luchas urbanas, es paradójicamente un proceso ruralizador.

Aviso a los civilizados respecto a la autogestión generalizada - Raoul Veneigem (1969)

Publicado originalmente en Internationale Situationniste, # 12, Sept. 1969, traducción de Juan Fonseca publicada en DEBATE LIBERTARIO 2 - Serie Acción directa - Campo Abierto Ediciones, mayo 1977.


 "No sacrifiquéis la felicidad de hoy a la felicidad futura. Disfrutad del momento, evitad toda unión de matrimonio o de interés que no satisfaga vuestras pasiones desde el mismo instante. ¿Por qué ibais a luchar por la felicidad futura, si ella sobrepasará vuestros deseos, y no tendréis en el orden combinado más que un solo displacer, el de no poder doblar la longitud de los días, a fin de dar abasto al inmenso círculo de goces que deberéis recorrer?". Charles Fourier. Aviso a los Civilizados respecto a la próxima Metamorfosis Social.

1

 En su forma inacabada, el movimiento de las ocupaciones ha vulgarizado de modo confuso la necesidad de una superación. La inminencia de un cambio total, sentido por todos, debe revelar ahora su práctica: el paso a la autogestión generalizada mediante la instauración de los consejos obreros. La línea de llegada, cuya consciencia ha llevado el impulso revolucionario, en adelante va a convertirse en la línea de salida.

2

 La historia responde hoy a la cuestión planteada por Lloyd George a los trabajadores, y repetida a coro por los servidores del viejo mundo: "queréis destruir nuestra organización social, ¿qué pondréis en su lugar? Sabemos la respuesta gracias a la profusión de pequeños Lloyd George, que defienden la dictadura estatista de un proletariado a su gusto, y esperan que la clase obrera se organice en consejos para disolverla y elegir otra distinta a ella.

3

 Cada vez que el proletariado se arriesga a cambiar el mundo, reencuentra la memoria global de la historia. La instauración de una sociedad de consejos -hasta ahora confundida con la historia de su aplastamiento en distintas épocas- desvela la realidad de sus posibilidades pasadas a través de la posibilidad de su realización inmediata. Esta evidencia la han podido ver todos los trabajadores después de que en mayo el estalinismo y sus residuos trostkistas han mostrado, por medio de su debilidad agresiva, su impotencia para aplastar un eventual movimiento de los consejos, y, por su fuerza de inercia, su capacidad para frenar aun su aparición. Sin manifestarse verdaderamente, el movimiento de los consejos se ha presentado en un arco de rigor teórico que partía de dos polos contradictorios: la lógica interna de las ocupaciones y la lógica represiva de los partidos y los sindicatos. Quienes confunden aún Lenin y el "qué hacer", lo único que hacen es prepararse (para ir a) un cubo de basura.

4

 El rechazo de toda organización que no sea la emanación directa del proletariado negándose como proletariado ha sido sentida por muchos, inseparablemente de la posibilidad al fin realizable de una vida cotidiana sin tiempo muerto. La noción de consejos obreros establece, en este sentido, el primer principio de la autogestión generalizada.

5

 Mayo ha marcado una fase esencial de la larga revolución: la historia individual de millones de hombres, cada día a la busca de una vida auténtica, uniéndose al movimiento histórico del proletariado en lucha contra el conjunto de las alienaciones. Esta unidad de acción espontánea, que fue el motor pasional del movimiento de las ocupaciones, sólo puede desarrollar unitariamente su teoría y su práctica. Lo que sucedió en todos los corazones sucederá en todas las cabezas. Después de haber comprobado que "no podrían ya vivir como antes, ni siquiera un poco mejor que antes", muchos tienden a prolongar el recuerdo de una parte de vida ejemplar, y la esperanza, vivida por un instante, de un gran posible, en una línea de fuerza a la únicamente falta, para ser revolucionaria, una mayor lucidez sobre la construcción histórica de las relaciones individuales libres, sobre la autogestión generalizada.

jueves, 17 de enero de 2013

Los veinte últimos años de liquidación social - Miguel Amorós (2006)


SOBRE LA DEGENERACIÓN DE LOS IDEALES REVOLUCIONARIOS ANTE EL FIN DE LA CLASE OBRERA EN OCCIDENTE

“La época actual es de aquellas en las que todo lo
que normalmente parece constituir una razón
para vivir se desvanece, en las que se debe
cuestionar todo de nuevo, so pena de hundirse
en el desconcierto o en la inconsciencia.”
Simone Weil


El 19 de julio de 1936 el proletariado español respondió al golpe de estado franquista desencadenando una revolución social. El 23 de febrero de 1981 tuvo lugar un golpe de estado ante la indiferencia más absoluta de los proletarios, quienes apenas movieron el dial de la radio o el mando del televisor. El contraste de actitudes obedece al hecho de que el proletariado era en el 36 el principal factor político social, mientras que en el 81 no contaba ni siquiera como factor auxiliar de intereses ajenos. Si el golpe del 36 iba en contra suya, el del 81 fue un ajuste de cuentas entre diferentes facciones del poder. Ni en los análisis más alarmistas la conflictividad obrera fue tomada en consideración por la sencilla razón de que era mínima. Los golpistas pasaron del proletariado porque no era más que una figura secundaria de la oratoria política, algo históricamente agotado.

Durante los años de la “transición económica” hacia las nuevas condiciones del capitalismo mundial –los 80– la clase obrera fue fragmentándose y resistiendo a escala local a su “reconversión” en clase subalterna, hasta el advenimiento de la huelga mediática del 14 de diciembre de 1988, que fue la señal de su liquidación como clase. En adelante nunca volvería a manifestarse de forma independiente, autónoma. El movimiento antinuclear y el movimiento vecinal habían acabado un lustro antes. Durante ese periodo se consumó la ruptura entre los obreros adultos, mejor situados en las fábricas, y los obreros jóvenes, peones y precarios, que impulsaron las primeras asambleas de parados. Esa fractura condujo a la crítica radical del trabajo asalariado, deteriorado en extremo, o lo que viene a ser igual, al rechazo del trabajo como actividad humana. Fue una auténtica ruptura, pues hasta entonces la conducta de los trabajadores se fundamentaba en una cierta ética del trabajo. Más o menos por ese tiempo se desarrolló fuera del mundo laboral un medio juvenil preocupado por la okupación, la represión, la contrainformación, el ecologismo, el antimilitarismo, el feminismo, etc., al que la movilización estudiantil de 1986-87 dio un fuerte impulso. Tras el sometimiento definitivo de los trabajadores a las nuevas condiciones económicas y políticas del capital, el centro de gravedad social se desplazó de las fábricas a los espacios de relación juveniles. En ese medio y en plena decadencia de las ideologías obreristas la cuestión social perdía su carácter unitario y se desagregaba, replanteándose sus pedazos como problemáticas particulares. Los jóvenes rebeldes ni tenían detrás una tradición de luchas sociales, ni podían atenerse a una ideología concreta, marxista o anarquista, y más allá de un vago antiautoritarismo no sabían qué hacer con el fardo de experiencias que la clase obrera les había librado gratuitamente; eran herederos involuntarios de tareas históricas imposibles de asumir dado la escasa profundidad de su crítica, la inestabilidad de sus efectivos y la estrechez de su medio. Todos los esfuerzos por coordinar actividades, fomentar debates y conectar con luchas urbanas tropezaron con los mismos problemas: la dispersión, la ausencia de pensamiento, el compromiso relativo, la falta de referencias, el enclaustramiento… Al no resolverse, conforme desaparecían las luchas reales el medio juvenil se estancaba y en él campaban a sus anchas la indefinición, la pose, los tópicos contestatarios y la moda alternativa. Se revelaba como un medio de transición para una vida adulta integrada, como el instituto, la FP o la universidad. La palabra revolución dejó de tener un significado preciso. Los intentos habidos entre 1989 y 1998 por superar ese impasse teórico fueron puramente organizativos, formalistas, a base de “campañismo” y encuentros, por lo que a la larga resultaron un fracaso. Así terminó lo que se conoció como “área de la autonomía.”

lunes, 14 de enero de 2013

Modo de empleo del détournement - Guy Debord y Gil J. Wolman (1956)


 http://www.notodo.com/v4/fotos/tops/top_gr_1707.jpg
Les Levres Nues, # 8, mayo 1956. La presente traducción ha sido publicada por Industrias Mikuerpo fanzine Amano 7 (Junio97).

Toda la gente avisada de nuestra época está de acuerdo en que el arte no puede ser justificado por más tiempo como una actividad superior, ni tampoco como una actividad de compensación a la que uno pueda entregarse honorablemente. La causa de este deterioro es claramente la emergencia de fuerzas productivas que necesitan otras relaciones de producción y una nueva práctica de vida. Estamos inmersos en una fase de guerra civil, y en conexión cerrada con la orientación que hemos descubierto que acompaña a ciertas actividades superiores, podemos considerar que todos los medios conocidos de expresión están convergiendo en un movimiento general de propaganda que ha de abarcar todos los aspectos perpetuamente interactuantes de la realidad social.

Por lo que se refiere a las formas y a la naturaleza misma de la propaganda educativa, existen muchas opiniones en conflicto, generalmente inspiradas por una u otra variedad de políticos reformistas de moda actualmente. Desde nuestro punto de vista las premisas de la revolución, tanto a nivel cultural como estrictamente político, no sólo están maduras, sino que han empezado a pudrirse. No sólo es reaccionario el retorno al pasado; también los objetivos culturales "modernos" en la medida en que dependen en realidad de formulaciones ideológicas de la sociedad que han prolongado su agonía mortal hasta el presente. Sólo la innovación extremista está justificada históricamente.

La herencia literaria y artística de la humanidad debería usarse para propósitos de propaganda de clase. Es preciso trascender la mera idea de escándalo. Una vez que la negación de la concepción burguesa del arte y el genio ha llegado a ser un hermoso sombrero demasiado viejo, el dibujo de un bigote sobre la Mona Lisa no es más interesante que la versión original de tal pintura. Debemos poner ahora este proceso en el punto de la negación de la negación. Bertolt Brecht, al revelar en una entrevista reciente en la revista France-Observatour que ignoró algunos aspectos de los clásicos del teatro para hacer más educativa la ejecución, está mucho más cerca que Duchamp de la orientación revolucionaria que nosotros estamos reclamando. Debemos anotar, sin embargo, que en el caso de Brecht estas alteraciones saludables están contenidas dentro de estrechos límites por su desafortunado respeto a la cultura definida por la clase dominante-- el mismo respeto, mostrado en las escuelas primarias de la burguesía y en los periódicos de los partidos laboristas, que conduce siempre a los distritos obreros más rojos de París a preferir El Cid sobre Madre Coraje.

De hecho, es necesario terminar con cualquier noción de propiedad personal en este área. La aparición de nuevas necesidades convierte a las obras "inspiradas" en antigüedades. Llegan a ser obstáculos, hábitos peligrosos. La cuestión no es si nos gusta o no. Tenemos que ir más allá.

Algunos elementos, no la materia de donde han sido tomados, pueden servir para hacer nuevas combinaciones. Los descubrimientos de la poesía moderna concernientes a la estructura analógica de las imágenes, muestran que cuando dos objetos son considerados juntos, no importa lo alejados que pudieran estar sus contextos originales, siempre existe alguna relación. La atribución a uno mismo de un ordenamiento personal de las palabras es mera convención. La interferencia mutua entre dos mundos de experiencia, o la unión de dos expresiones independientes, sustituye los elementos originales y produce una organización sintética de mayor eficacia. Algo de esto puede ser utilizado. 

No es preciso decir que uno no está constreñido a corregir un trabajo o integrar diversos fragmentos de obras caducadas en una nueva; puede también alterar el significado de aquellos fragmentos en algún sentido adecuado, abandonando a los imbéciles la preservación esclavizadora de la ‘cita’.


domingo, 13 de enero de 2013

El Control Insitucional de las Luchas Sociales - Miguel Amorós (2009)

 

Salvo en situaciones de peligro inminente del sistema de dominación, momento en que todas las reglas de juego quedan en suspenso y sólo la violencia de clase decide –una especie de tolerancia cero generalizada–, las instituciones han procurado integrar los movimientos de protesta antes que reprimirlos, delimitando un espacio por el que moverse y tendiéndole puentes para comunicarse.

En condiciones normales de dominio capitalista, la oposición y la protesta han tenido su estatuto legal y sus medios de presión y negociación, siendo las organizaciones catalogadas como representativas no sólo una parte importante del mecanismo de control social, sino el complemento necesario gracias al cual el interés particular de la dominación puede presentarse ante la sociedad como interés universal. Sin embargo, el capitalismo no se queda mucho tiempo en la misma posición, y a medida que prosigue su avance, penetrando por todos los resquicios de la vida y acaparando todo el territorio donde esta languidece, subvierte los cauces sociopolíticos que él mismo había establecido en la etapa precedente, obligándoles a perecer o adaptarse.

Así, los mecanismos de integración y control tradicionales –los partidos, sindicatos y asociaciones, y con ellos, los parlamentos, los convenios y las mesas–, modernizados durante los años setenta, dejaron de funcionar en la década posterior. Desde entonces no representan más que una protesta ficticia, poco creíble, falsa, espectacular. En la medida en que los intereses generales afloran, lo hacen al margen de las instituciones, al modo salvaje, puramente negativo, incontrolado.

Los motivos del colapso de la oposición institucionalizada no son difíciles de adivinar: por una parte la descomposición de la base social que la sostenía, las clases medias y trabajadoras; por el otro, el descrédito que se desprende de su propia inoperancia, fruto de la profesionalización y la corrupción. Los patéticos intentos por reavivarla, bien a través de las los autodenominados movimientos sociales, bien mediante las plataformas cívicas, es decir, por medio del juvenilismo y del ciudadanismo, no conducen a nada, pues por estar dentro del sistema sus intereses se corresponden con los de la dominación. Su momento histórico ha caducado, se le ha pasado el arroz. Para la protesta verdadera la oposición institucionalizada es el problema, el enemigo, la amenaza.

miércoles, 9 de enero de 2013

Autodiálogo acerca de New Babylon - Constant Nieuwenhuis (1971)

“New Babylon, escribió Constant, no se detiene en ninguna parte (porque la tierra es redonda); no conoce fronteras (porque ya no hay economías nacionales), ni colectividades (porque la humanidad es fluctuante). Cualquier lugar es accesible a cada uno y a todos. Todo el planeta se convierte en la casa de los habitantes de la tierra. Cada cual cambia de lugar cuando lo desea. La vida es un viaje sin fin a través de un mundo que se transforma con tanta rapidez que cada vez parece diferente.” 



- Siempre has afirmado que New Babylon no podría realizarse jamás en la sociedad actual y que, de todos modos, tu proyecto no funcionaría en las condiciones sociales existentes. Se trata, pues, de un proyecto utópico. Dicho esto, debo señalar que te ocupas de él desde hace más de doce años, como si le dieras la espalda a los problemas del hombre actual, como si huyeras de ellos. En mi opinión, el artista, en lugar de refugiarse en una cultura que inventa de arriba abajo, debe buscar la expresión artística de la cultura de la que forma parte.

0 Por desgracia, no existe tal alternativa. No veo hoy en día una cultura de la que uno podría forma parte, y ésta es precisamente la razón por la que he emprendido el camino de la New Babylon. No se puede elegir entre la cultura existente y una cultura –digamos- posrevolucionaria, que aún está por inventar. La elección auténtica se da entre el abandono completo de toda actividad creativa y la preparación de una cultura futura, deseable, aunque no realizable de momento. Bien es verdad que hay que creer en el éxito de la revolución para optar por está última postura.

- Como protesta contra la sociedad, lo que hacen otros artistas (tergiversación [détournement] del arte, exhibición de los “arteros”, ocupación de museos) me parece más eficaz que la creación de una imagen de sociedad futura que corre el riesgo de ser idealizada.

0 El hecho de que nadie se muestre afectado prueba, por el contrario, la ineficacia de este tipo de manifestaciones. No es el abandono del espíritu creativo, sino el espíritu mismo el que amenaza a la sociedad burguesa. La no-participación puede ser honesta, pero ciertamente no es eficaz. Para cambiar la sociedad, antes que nada, hace falta imaginación.

¿Dónde Estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y las maneras de combatir su dominio - Miguel Amorós


“¿Qué tratamos de realizar? Cambiar la organización social sobre la que reposa la prodigiosa estructura de la civilización, construida en el curso de siglos de conflictos en el seno de sistemas avejentados o moribundos, conflictos cuya salida fue la victoria de la civilización moderna sobre las condiciones naturales de vida.”
William Morris, ¿Dónde estamos?

Walter Benjamín, en su articulo Teorías del fascismo alemán, recuerda la frase aparentemente extemporánea de León Daudet, “el automóvil es la guerra”, para ilustrar el hecho de que los instrumentos técnicos, no encontrando en la vida de las gentes un hueco que justifique su necesidad, fuerzan esa justificación entrando a saco en ella. Si la realidad social no está madura para los avances técnicos que llaman a la puerta tanto peor para la realidad, porque será devastada por ellos. El resultado es que la sociedad entera queda transformada por la técnica como tras una güerra. Realmente, con sólo citar la gran cantidad de desplazamientos de la población, la enormidad de datos almacenados y procesados por la moderna tecnología de la información y el gran número de bajas por accidentes, suicidios o patologías contemporáneas, parece que una guerra, en absoluto fría, sucede a diario en los escenarios de la economía, de la política, o de la vida cotidiana. Una guerra en la que siempre se busca vencer gracias a la superioridad técnica en automóviles, en ordenadores, en biotecnologías… Por la propia naturaleza de la sociedad capitalista, los cada vez más poderosos medios técnicos no contribuyen de ningún modo a la cohesión social y al desarrollo personal, ya que la técnica sólo sirve para armar al bando ganador. Para Benjamin pues, y para nosotros, “toda guerra venidera será a la vez una rebelión de esclavos de la técnica”.

Los adelantos técnicos, son todo menos neutrales, en todo desarrollo de las fuerzas productivas debido a la innovación técnica siempre hay ganadores y perdedores. La técnica es instrumento y arma, por lo que beneficia a quienes mejor saben servirse de ella y mejor la sirven. Un espíritu critico heredero de Defoe y Swift, Samuel Butler, denunciaba el hecho en una utopía satírica. “…en esto consiste la astucia de las máquinas: sirven para poder dominar(…); hoy mismo las máquinas sólo sirven a condición de que las sirvan, e imponiendo ellas sus condiciones(…) ¿No queda manifiesto que las máquinas están ganando terreno cuando consideramos el creciente número de los que están sujetos a ellas como esclavos y de los que se dedican con toda el alma al progreso del reino mecánico?” (Erewhon o allende las montanas). La burguesia utilizó las máquinas y la organización “científica” del trabajo contra el proletariado. Las contradicciones de un sistema basado en la explotación del trabajo que, por un lado expulsaba a los trabajadores del proceso productivo y, por el otro, alejaba de la dirección de dicho proceso a los propietarios de los medios de producción, se superaron con la transformación de las clases sobre las que se asentaba, burgueses y proletarios. La técnica ha hecho posible un marco histórico nuevo, nuevas condiciones sociales ­las de un capitalismo sin capitalistas ni clase obrera­ que se presentan como condiciones de una organización social técnicamente necesaria. Como dijo Munford, “Nada de lo producido por la técuica es más definitivo que las necesidades y los intereses mismos que ha creado la técnica” (Técnica y civilización). La sociedad, una vez que ha aceptado la dinámica tecnológica se encuentra atrapada por ella. La técnica se ha apoderado del mundo y lo ha puesto a su servicio. En la técnica se revelan los nuevos intereses dominantes.

lunes, 7 de enero de 2013

Los orígenes de la Internacional Situacionista - Mario Perniola (1972)

 

La problemática en torno a la crítica radical del arte y su superación revolucionaria, tal y como fue planteada por Dadá, las vanguardias artísticas soviéticas y el primer surrealismo, se desvanece en el periodo comprendido entre 1925 y 1960, en estrecha conexión con el eclipse de la perspectiva de la revolución proletaria y la afirmación del fascismo, de la socialdemocracia y del esalinismo. La tesis de la independencia del arte, que hace pasar por libertad el aislamiento y la impotencia del artista, y la tesis del compromiso político, que a su vez hace pasar por revolución la subordinación a la burocracia, son sustancialmente solidarias a la hora de neutralizar la dimensión auténticamente subversiva que se halla implícita en la actividad artística, impidiéndole desbordarse en la vida cotidiana y, por otro lado, recuperándola para operaciones de propaganda. La conciencia del carácter esencialmente revolucionario del arte, de la poesía y de su profunda tendencia a la auto-superación sobrevive de manera desmedrada y confusa en el surrealismo, en el letrismo, en el grupo COBRA (1948-1951) o en el Movimiento por una Bauhaus Imaginista. Todas estas experiencias se hallan en el origen de la Internacional Situacionista, que nace precisamente en julio de 1957 en Cosio d'Arroscia (Cuneo) de la fusión del Movimiento por una Bauhaus Imaginista, del Comité Psicogeográfico de Londres y de la Internacional Letrista (que, nacida en 1952 de la ruptura del ala radical del Letrismo con el fundador de este, Isidore Isou, se expresaba a través de la revista Potlatch).

Confluyen así de esta manera en la Internacional Situacionista la búsqueda experimental de Constant, de Pinot-Gallizio y de Jorn -que tiende hacia formas de realización cada vez más distantes y ajenas a la actividad artística tradicional-, la indagación psicogeográfica de A. Khatib, anticipada por las observaciones de Gilles Ivain (seudónimo de Ivan Chtcheglov), que opone al funcionalismo arquitectónico y urbanístico las perspectivas emergentes de la experiencia vivida del espacio urbano, así como la consideración crítico-teórica de la vanguardia dadaísta, surrealista y letrista de Guy Debord y Michèle Berstein, que rechaza el proceder ecléctico y oportunista imperante entonces en los ambientes del arte moderno en nombre del frente revolucionario cultural. Toda esta serie de matrices diferentes buscan su punto de encuentro en la construcción de un movimiento coherente, en la conciencia de los nuevos tiempos y en la superación del arte.

[Páginas iniciales de Los Situacionistas. Historia crítica de la última vanguardia del siglo XX, Acuarela & A. Machado, 2008. Traducción de Álvaro García-Ormaechea]

¿Qué fue de la autonomía obrera? - Miguel Amorós



La palabra “autonomía” ha estado relacionada con la causa de la emancipación del proletariado desde hace tiempo. En el Manifiesto Comunista Marx definía al movimiento obrero como “el movimiento autónomo de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría”. Más tarde, pero basándose en la experiencia de 1848, en “La Capacidad Política de la Clase Obrera” Proudhon afirmaba que para que una clase actuase de manera específica había de cumplir los tres requerimientos de la autonomía: que tuviera consciencia de si misma, que como consecuencia afirmase “su idea”, es decir, que conociese “la ley de su ser” y que supiese “expresarla por la palabra y explicarla por la razón”, y que de esa idea sacase conclusiones prácticas. Tanto Marx como Proudhon habían sido testigos de la influencia de la burguesía radical en los rangos obreros y trataban de que el proletariado se separase políticamente de ella. La autonomía obrera quedó definitivamente expresada en la fórmula de la Primera Internacional: “la emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos”.

En la etapa posterior a la insurrección de La Commune de Paris y dentro de la doble polémica entre legalistas y clandestinos, colectivistas y comunistas, que dividía al movimiento anarquista, la cuestión de la autonomía derivaba hacia el problema de la organización. En condiciones de retroceso revolucionario y de represión creciente, la publicación anarquista de Sevilla La Autonomía defendía en 1883 la independencia absoluta de las Federaciones locales y su organización secreta. Los comunistas libertarios elevaban la negación de la organizacion de masas a la categoria de principio. Los colectivistas catalanes escribían en la Revista Social que “los comunistas anárquicos no aceptan más que la organización de grupos y no tienen organizadas secciones de oficios, federaciones locales ni comarcales […]. La constitución de grupos aislados, tan completamente autónomos como sus individuos, que muchas veces no estando conformes con la opinión de la mayoría, se retiran de un grupo para constituir otro…” (n° 12. 1885, Sants). El concepto de la autonomía se desplazaba hacia la organización revolucionaria. En 1890 exisíia en Londres un grupo anarquista de exiliados alemanes cuyo órgano de expresion La Autonomia hacía efectivamente hincapié en la libertad individual y en la independencia de los grupos. Frente al reformismo de la política socialista y el aventurerismo de la propaganda por el hecho que caracterizó un periodo concreto del anarquismo, volvió a plantearse la cuestión de la autonomía obrera, es decir, del movimiento independiente de los trabajadores. Así surgió el sindicalismo revolucionario, teoria que propugnaba la autoorganización obrera a través de los sindicatos, libres de cualquier tutela ideológica o política. Mediante la táctica de la huelga general, los sindicatos revolucicnarios aspiraban a ser órganos insurreccionales y de emancipación social. Por otro lado, las revoluciones rusa y alemana levantaron un sistema de autogobierno obrero, los consejos de obreros y soldados. Tanto los sindicatos como los consejos eran organismos unitarios de clase, solo que los primeros eran más apropiados para la defensa y los segundos para el ataque, aunque unos y otros desempeñaron ambas funciones. Los dos conocieron sus limites históricos y ambos sucumbieron a la burocratización y a la recuperación. También la cuestión de la autonomia alcanzó los modos de expropiación en el periodo revolucionario. En 1920 el marxista consejista Karl Korsch designaba la “autonomía industrial” como una forma superior de socialización que vendría a coincidir con la “colectivización” anarcosindicalista y con lo que en los años sesenta se llamo autogestión.